domingo, 8 de noviembre de 2009

La guerra en el paseo de Gràcia

El fotógrafo tomó en los últimos días de la guerra civil en Barcelona algunas de las imágenes más emotivas de su carrera. La derrota a veces es más épica que la victoria


ERNEST ALÓS 16/08/2009 BARCELONA, El Periódico

Escucho con mis ojos a los muertos. Paseo de Gràcia/plaza de Catalunya, en la actualidad: desde un puesto de helados puede verse la boca del metro, el chaflán de la calle de Casp, con la tienda Gonzalo Comella en los bajos, a la izquierda un banco de Gaudí semioculto entre los árboles. Pasan sin parar turistas con mochilas y barceloneses con bolsas de compras. Paseo de Gràcia/plaza de Catalunya, 16 de enero de 1939, exactamente en el mismo lugar: la familia que desfila ante la cámara del fotógrafo va cargada con hatillos de mantas y una pequeña fiambrera, lo poco que se han llevado consigo al huir de su casa.
Aquel día Barcelona estaba abarrotada de fugitivos por el avance de las tropas franquistas en Tarragona, y muchos de ellos no dejaron de andar hasta llegar a Francia.

FAMILIAS DERROTADAS

Entre el 15 y el 28 de enero de 1939, Robert Capa acompañó a miles de refugiados en su huida hacia el exilio. Familias derrotadas por la guerra, con los hombres muertos, prisioneros o en el frente, como la de la foto: un anciano con barretina, cuatro mujeres y una niña. Con una mano coge la de su madre, o su hermana mayor, con la otra aguanta su corta falda. La fría y baja luz de una mañana de invierno recorta sus siluetas sobre la calzada.

Esos días, Robert Capa, casi tan derrotado como los protagonistas de sus fotos, tomó algunas de las imágenes más emotivas de su carrera. La épica de la derrota muchas veces es más intensa que la de la victoria, y ante un éxodo bíblico no hay trucos ni engaños.

«Les acompañé y me maravillé de la orgullosa calma con que sobrellevan su destino y renuncian a casi todo lo que pertenecía a sus vidas. Centenares y centenares de miles he visto huir, en dos naciones, España y China. Y temo que cientos de miles más, que en otros países aún viven sus cómodas vidas, se vean pronto sufriendo el mismo destino», escribió, profético, para explicar las fotos a sus editores en París y Nueva York.

CENTRO DE REFUGIADOS

Tras fotografiar a los fugitivos de Tarragona el 15 de enero, recorrió las calles de Barcelona. Llegó hasta el centro de refugiados donde se agolpaban ancianos, mujeres solas, niñas, montañas de sacos, garrafas de aceite, mantas y colchones enrrollados. En una vista general se ve un rótulo: Comissariat d’Assistència als Refugiats. Refugi de Trànsit número 1. Corresponde a un lugar hoy tan prosaico como la esquina de la calle de Aribau y Travessera de Gràcia, donde las esquinas de Núñez y Navarro impiden reconstruir la escena hoy.

Allí, el reportero recoge una de sus imágenes más intensas: una niña de pelo negro y corto, recostada sobre unos sacos, agotada, sigue con su mirada al fotógrafo. «Es difícil trabajar bajo esta mirada. No es fácil estar en este lugar y no ser capaz de hacer nada más que registrar el sufrimiento que los otros deben soportar», escribe el reportero. En el año 1939, el Capa de la derrota ya no era el mismo que el de la primera aventura inconsciente de 1936.

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