domingo, 8 de noviembre de 2009

La pamela del miliciano



ERNEST ALÓS 18/08/2009 BARCELONA, El Periódico

En la tarde-noche del pasado 14 de julio, tomando el fresco en la plaza mayor de Espejo (Córdoba), Francisco Castro, de 82 años, señalaba a este diario dónde tomó Robert Capa su fotografía del miliciano caído. En las fotos reconocía un cortijo, unos molinos, un camino... Recordaba a los milicianos de Alcoi paseando despreocupados por esa misma plaza. Pero había algo en las fotos del grupo que no le cuadraba: «Ese debe de ser de aquí porque lleva una pamela, el sombrero de paja que se ponía la gente para trabajar en el campo».

En efecto, entre los milicianos que llevan gorrillas con las siglas de la CNT bordadas (Espejo era un feudo comunista, en cambio) o cascos reglamentarios, solo uno corre arriba y abajo con su fusil y un sombrero que hoy no desentonaría ni en una playa ni en un olivar. Ha pintado en él las siglas de la CNT, el lema UHP (Unión, hermanos proletarios) y una frase guerrera: combate y asalto (grupo de combate y asalto, quizás).

Días después, Carles Querol, que había pasado más de medio día con los periodistas de este diario buscando el lugar de la fotografía y publicó su reportaje en Tres de vuit, el semanario de Vilafranca del Penedès, recibía una llamada. Las hijas de Dolores Sánchez, de 90 años, le habían leído la noticia. Ella, que apenas ve ya, les pidió que preguntaran si en las fotos se veía a un miliciano con pamela. Dice que a los 16 años le dio su sombrero a un miliciano en agosto de 1936 en su pueblo, Pedro Abad (Córdoba). «Lo miré y él me miró y hacía tanta calor que le dije: ‘Toma, para el sol’, y le di mi sombrero, que era nuevo y bonito», cuenta. Iban o venían de la estación de tren, no lo recuerda. Sí recuerda los años de cárcel de su padre, de su madre, presidenta de las Mujeres Antifascistas, de su marido, Juan Lozano, que fue guerrillero en los Pirineos, preso político...

Ese mismo 19 de julio, Miguel Pasqual, en Alcoi, explica el itinerario de la columna miliciana: llegó el 9 de agosto a Pedro Abad, y de allí una parte se encaminó a Espejo, adonde llegó el 19 de agosto (en torno al 5 de septiembre fueron fotografiados por Capa y hasta el 22 de septiembre no fueron atacados). Pero no todo fueron regalos de jovencitas: allí fusilaron a seis derechistas de la ciudad, a petición del comité local y sobre las cenizas de varios militantes de izquierdas ejecutados días antes por los franquistas. Se salvó un joven seminarista tras gritar viva la República. ¿Se le podría haber pasado algo así a Dolores? No. Lo confirma. Es más, aquel seminarista era su primo, Juan Antonio García Sánchez. Después de la guerra dejó los hábitos, fue comisario de policía en Córdoba y, casi centenario, quizá esté vivo todavía.

LOS FLECOS DE LA MEMORIA

Ahora, 73 años después, saber quién era el miliciano que según Robert Capa murió, un hombre ya en la cuarentena en 1936, parece una misión imposible. De la memoria viva solo quedan retazos y se escurren entre los dedos, y la escrita llega hasta donde ha llegado.

Queda Francisco Castro, el niño de 9 años que veía pasar a los de Alcoi en su pueblo de Espejo. Queda el recuerdo de Dolores, de 90 años, que dio su pamela a un miliciano desconocido en Pedro Abad.

También queda Miguel Bonhome Gadea, de 97 años, campeón de billar, que en su casa de Alicante explica su incorporación al batallón de Alcoi meses después de los hechos de Córdoba. Era furriel, y el recuerdo más vivo que le queda es la alegría de sus compañeros de armas en el nevado frente de Teruel cuando llegaba con los pucheros del café. Mira las fotos de Robert Capa por si reconoce entre ellas a algún alcoyano y las va descartando: «No, no, no».

Hasta 1995 quedaba Mario Brotons, que escribió sus memorias de miliciano, pero se dejó llevar al identificar erróneamente a Federico Borrell como el caído de Capa. Hasta hace un año, quedaba Vicente Picó Giner, el Matxot, que estuvo en el frente de Espejo con la milicia alcoyana. Cuando abre la puerta de su casa, en el barrio de Santa Rosa de Alcoi, su hija lamenta: «Llegan tarde». Quizá algún día se sepa quién es el miliciano caído en Espejo y qué fue de él, o no. Las fotos de Capa, en cambio, sí siguen aquí, y con ellas sus protagonistas.

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